Best 7 quotes of Flaubert Gustave on MyQuotes

Flaubert Gustave

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    A los ídolos es mejor no tocarlos porque algo de la pintura dorada que los recubría se nos queda siempre entre las manos

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    ...and since, human speech is like a cracked tin kettle, on which we hammer out tunes to make bears dance when we long to move the stars

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    esas comparaciones de prometido, esposo, amante celestial y de matrimonio eterno, que se repiten en los sermones, le despertaban en lo hondo del corazón ternezas inesperadas

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    Es posible que le hubiera gustado hacerle esas confidencias a alguien. Pero ¿cómo referir un malestar indefinible que cambia de aspecto como las nubes y gira en torbellinos como el viento?

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    Había un no sé qué de vertiginoso que Emma sentía llegar hasta sí, como una emanación de aquellas vidas amontonadas, y su corazón se henchía profundamente al percibirlo. Era como si las ciento veinte mil almas que allí palpitaban le estuvieran enviando al unísono el vaho de aquellas pasiones que ella les atribuía. Su amor ensanchaba a la vista de aquel espacio y se llenaba con el rumoreo de confusos murmullos que subían hasta ella. Proyectaba su amor hacia fuera, hacia las plazas, los paseos y las calles, y la antigua villa normanda le antojaba una capital desmesurada, una especie de Babilonia por cuyas puertas estaba entrando. Se apoyaba con las dos manos en el borde de la ventanilla y se inclinaba hacia afuera para aspirar la brisa, mientras los tres caballos seguían su galope.

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    se adormiló suavemente con la languidez mística que brota de los aromas del altar, del frescor de las pilas de agua benita y del resplandor de las velas

  • By Anonym
    Flaubert Gustave

    The melancholy of the antique world seems to me more profound than that of the moderns, all of whom more or less imply that beyond the dark void lies immortality. But for the ancients that ‘black hole’ is infinity itself; their dreams loom and vanish against a background of immutable ebony. No crying out, no convulsions—nothing but the fixity of the pensive gaze. With the gods gone, and Christ not yet come, there was a unique moment, from Cicero to Marcus Aurelius, when man stood alone. Nowhere else do I find that particular grandeur.