Best 8 quotes of Arturo Uslar Pietri on MyQuotes

Arturo Uslar Pietri

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    Abajo hay miedo, sufrimiento y muerte. Hay guerra. Y todo parece ser tan normal que podríamos olvidarlo. Así es nuestro mundo. Todo parece ser normal, a pesar de que se están cometiendo crímenes todos los días, en grande o pequeña escala, junto a nosotros, en medio de nosotros o por medio de nosotros.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    A mí me tocó ser adolescente en el tiempo en que se leía a Salgari. Hoy poca gente lo hace y es lástima. Pobre Emilio Salgari, atado al banco de galeote de un editor italiano, produciendo novelas y novelas sin término sobre todo lo que en su tiempo pertenecía a la geografía fabulosa. Del fondo de la memoria me vienen los nombres de su India y su Malasia. Sandokan, Yáñez, Tremal Naik, Kammamuri, los «thugs» asesinos. Una geografía de visiones. Y también el «Libro de la jungla» de Kipling. Lo que está en alguna parte del nocturno, en invisible abajo, es la jungla de Kipling. Donde el tigre Shere-Kan bosteza y la pantera negra Bagheera se agazapa. La de Naga la cobra y Rikki-Tiki-Tavi la mangosta, la de los lobos de Seoanee y la de Balú el oso y la del consejo de animales y los cantos de las tribus. Los que vamos dentro del monótono tabaco del avión ya no tenemos nada en común con Mowgli, el niño-lobo, y estamos desterrados de por vida de la geografía de Salgari y de la zoología de Kipling.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    Es admirable cómo todos los hombres están compendiados en Don Juan. A medida que uno los va conociendo mejor, advierte que aquel personaje es su más fiel retrato. Todos sueñan con las «mil y tres». Todos sueñan con disfrazarse del amante para entrar en la alcoba de la amada ajena. A todos les cosquillea en la imaginación el rapto de la monja. Y al ver una mujer, lo primero que todos piensan es cómo haría yo, si tuviera que hacerlo o si pudiera hacerlo, para añadir ésta a mi lista. No para nada especial. No para ningún refinamiento que no tenga también un gallo. Sino para aumentar la lista y poder cantar sus «mil y tres».

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    Hay zonas pobladas y hay desiertos. Hay países industrializados y países en las más atrasadas etapas de la vida económica. Hay naciones que nadan en la fantasía de la riqueza petrolera y naciones cubiertas por la oscura sombra del hambre. Y hay la pavorosa alternativa entre el hormiguero despiadadamente desorganizado y el hormiguero despiadadamente organizado.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    MIRANDA: Yo no quiero que la sangre tiña la tierra. Es execrable y falso hacer el mal para proclamar el bien. Yo he visto llorar los inocentes en las prisiones. Los he visto subir temblando la horrible escalera de la guillotina. Han encontrado el mal, en la busca del bien; la guerra, en la busca de la paz; el terror y la muerte, en la busca de la felicidad. Yo lo he visto una vez, y no lo quiero ver de nuevo. No quiero nada, al precio de la guerra y el mal. No quiero ver teñida de sangre la tierra de América. Yo quiero paz para todos y bien para todos.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    ―No se da cuenta, de que, precisamente, para ustedes la felicidad es esa vaga ilusión inalcanzable de estar haciendo una cosa distinta de la que hacemos, de estar viviendo de un modo distinto del que vivimos, de ser otros de los que somos. Es un concepto enteramente pueril. ―No es un concepto, es un sentimiento. Uno no llega a ser feliz porque lo sabe, sino que alcanza a ser feliz cuando lo siente.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    Si nos pusiéramos a enumerar las series de las grandes ideas originales que el hombre ha alumbrado a lo largo de su historia, nos encontraríamos que son relativamente pocas y casi nunca enteramente originales. Las más cautivantes ideologías que ha producido Occidente son hijas de mil padres y siempre es posible hallar sus más remotas raíces en algún fragmento de un filósofo griego.

  • By Anonym
    Arturo Uslar Pietri

    Yo he visto estos solitarios apretujados en increíbles racimos en los andenes y en los coches del tren subterráneo. Apenas queda espacio para mantenerse en pie dentro del denso rebaño, y sin embargo todos van solos, nadie está acompañado; entre el ruido de las ruedas y los mugidos del motor es raro oír una voz humana, y cuando se oye todos los que la alcanzan se vuelven como recién despertados, llenos de sorpresa y hasta de desazón. Cuando alguien quiere informarse sobre el itinerario se dirige al plano mudo que está en la pared, con el gesto con que el peregrino en el desierto o en el mar mira las estrellas para consultar el rumbo. Tampoco casi nadie mira a otro, y cuando por azar dos miradas se cruzan, instantáneamente se desvían llenas del temeroso presentimiento de haberse asomado al más allá. En los andenes esta masa se forma sin soldaduras ni unidad, y se deshace sin desgarramiento, con la silenciosa mecánica con que las moléculas de los líquidos se yuxtaponen y se separan. Moléculas de soledad.